El enriquecimiento ambiental contempla todas aquellas actividades brindadas a los animales teniendo en cuenta sus requerimientos ecológicos, su biología y el comportamiento natural de la especie. Generalmente ésta ha sido una práctica ineficiente, ya que en muchas ocasiones se asevera que sólo implica el proporcionar juguetes para mantener a los animales activos, además de que no son actividades constantes que se realicen en base a protocolos estrictos de bienestar especie específicos. Éste abarca diferentes rubros tales como el tamaño y diseño de un albergue cambiante; la forma de alimentación, es decir su búsqueda y consumo; objetos novedosos; estímulos ambientales (auditivos, olfatorios, visuales, táctiles) y la estructura social. Los estímulos sensoriales, motores y cognitivos resultantes de la interacción animal con su ambiente juegan un papel importante para optimizar y modificar el circuito neuronal requerido para una óptima función cerebral; ya que el enriquecimiento ambiental promueve la plasticidad sináptica y la cognición (Novkovic et al 2015). Es importante que los profesionales en manejo de fauna no subestimen la inteligencia animal, ya que éstos tienen una gran capacidad cognitiva que implica un grado de conciencia de ellos con su entorno (Le Neindre et al, 2016) por ello, el proveer diferentes actividades en un ambiente cambiante coadyuvará a fomentar su bienestar ex situ. Las instituciones deben de tener claro que uno de sus objetivos primordiales es proveer bienestar animal, en este tenor, todos los centros que albergan fauna silvestre debieran de contar con un área específica dedicada al enriquecimiento ambiental, con especialistas que establezcan programas y protocolos dirigidos a conservar la conducta natural de cada especie.