La relación entre el organismo humano (fisiología, cognición y emoción) y la actividad física (actividades cotidianas, ejercicio físico y deporte) conforma un complejo sistema en el que distintos mecanismos se retroalimentan continuamente. Esta interacción supone que la actividad física requiera de insumos que demandará al organismo y del mismo modo brindará diversos productos, resultado de la práctica de la actividad física, que podrían ser aprovechados por el practicante. Sobre este segundo aspecto, es decir las ventajas que resultan de la práctica de la actividad física, diferentes estudios han investigado en los últimos años los efectos fisiológicos, cognitivos y emocionales de las distintas dimensiones de la actividad física sobre la persona. Específicamente, los efectos de la actividad física sobre la cognición han sido ampliamente explorados en diferentes grupos de edad y poblaciones. Estos estudios han revelado que la realización de actividad física regular se relaciona con un mejor funcionamiento cognoscitivo a lo largo de la vida y se sugiere que ésta pueda beneficiar la cognición a lo largo de la vida del individuo y proteger del deterioro en edades avanzadas. Precisamente es en los adultos mayores donde se expresan claramente los efectos positivos de la actividad física. Diferentes investigaciones han propuesto una fuerte relación entre la realización de actividad física aeróbica y un mejor rendimiento en tareas de memoria de trabajo, velocidad procesamiento, atención y funcionamiento mental en general que van acompañados de cambios estructurales y funcionales en el Sistema Nervioso de las personas. Aunque los mecanismos fisiológicos mediante los cuales son generados estos cambios no son del todo claros, se han propuesto mecanismos de angiogénesis, neurogénesis y sinaptogénesis como resultado de la actividad física que podrían explicar sus efectos positivos. La mayor parte de estos estudios han investigado los efectos de programas de ejercicio físico estructurado y solo pocos de ellos han investigado los efectos de diferentes niveles de actividad física incidental, es decir las actividades de la vida cotidiana que no poseen un carácter estructurado, sobre la cognición. Los resultados de estos pocos estudios han confirmado que altos niveles de gasto energético en actividades incidentales pueden generar efectos similares a los de la realización del ejercicio físico aeróbico estructurado. En general, se sugiere que altos niveles de actividad física, incluso aquella incidental, puede tener un efecto de prevención de deterioro cognitivo en adultos mayores. El conocimiento de la relación dosis-respuesta entre actividad física y cognición durante el envejecimiento, representa una buena estrategia para la implementación de intervenciones preventivas y de atención para el deterioro cognoscitivo en adultos mayores.