A menudo se acepta que una forma mínima de autoconciencia es constitutiva de nuestras experiencias conscientes. Algunos autores han considerado que esta afirmación es verdadera cuando se restringe a nuestras experiencias ordinarias, pero falsa cuando se considera sin restricciones. En este artículo quiero rechazar esta idea. Hacerlo requiere una comprensión adecuada de la supuesta forma mínima de autoconciencia, una que haga plausible que sea una característica constitutiva de todas nuestras experiencias ordinarias. Argumentaré que la autoconciencia mínima se entiende mejor en términos de conciencia de primera persona perspectiva (PPP): una autoatribución no conceptual libre de identificación que caracteriza la perspectiva en primera persona que la conciencia nos ofrece. A continuación, revisaré la literatura empírica sobre estados alterados de conciencia. En particular, me centraré en el análisis de los estudios de estados inducidos por drogas, el sueño y la meditación, ya que presentan el caso más claro a favor de una disolución radical de la autoconciencia. Sostengo que la idea de una experiencia consciente en ausencia de autoconsciencia sobre la base de tal evidencia no tiene fundamento por dos razones. Primero, hay un malentendido sobre la forma mínima de autoconciencia involucrada: aunque hay buenas razones para pensar que las formas de autoconciencia que típicamente acompañan nuestras experiencias ordinarias están comprometidas en estados alterados, existen razones para dudar de que PPP falta. En segundo lugar, existen buenas razones para desconfiar de los reportes de los sujetos debido al sesgo de confirmación derivado de sus expectativas y sus opiniones cosmológicas y metafísicas.