Dr. Paul Bach-y-Rita
1.- Vida.
Paul Bach-y-Rita, nació en Nueva York el 24 de abril de 1934. Pasó su niñez y su juventud en el Upper Bronx neoyorquino; allí se graduó a los 15 años en la High School de Ciencias, por entonces la mejor escuela preparatoria del país. Después, se mudó con su familia a México (un país con el que habían tenido siempre una estrecha relación) y en la Ciudad de México comenzó a preparar su ingreso a Derecho, con el objetivo de convertirse en diplomático. Cuando le comentaron que nunca podría ser médico, tomó esto como reto y comenzó a prepararse para estudiar Medicina. Fue aceptado a los 17 años en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Después del primer año de estudios, pasó una temporada recorriendo Estados Unidos en autostop y trabajando en diversos oficios, como pescador, operario en una planta de Boeing o masajista. Fue también contratado para enseñar anatomía y fisiología a veteranos de guerra que estaban ciegos. Estas vivencias lo hicieron regresar a sus estudios en México.
Bajo la orientación de uno de sus profesores, el neurofisiólogo Raúl Hernández Peón, Bach-y-Rita se involucró desde muy pronto en actividades de investigación. En el período de vacaciones de 1954 realizó la primera de tres estancias de investigación en el que por entonces era el laboratorio de investigación cerebral más destacado del mundo, en la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA), con Horace W. Magoun. Este fue el inicio de la gran red de contactos de Bach-y-Rita, que tendría un gran valor a lo largo de toda su carrera. Como muestra de la importancia de esta red, podemos decir que en 1959, antes de licenciarse, ya había co-escrito cinco artículos en revistas de gran reputación, como Science (1956) y el American Journal of Physiology (1957). Basándose en estas experiencias, Bach y-Rita decidió dedicarse a la investigación, en vez de a la práctica clínica. Antes de regresar a los EE.UU., realizó su servicio social en Tilzapotla, un pequeño pueblo de Morelos, donde adquirió gran destreza para enfrentar todo tipo de situaciones médicas críticas.
Esta destreza le fue de gran utilidad cuando en 1960 se muda a San Francisco (EE.UU.) y comienza a hacer su internado en el Hospital Universitario de Stanford, donde el Dr. Robson dice de él que fue el mejor interno que había pasado por allí. Después, regresa al Brain Research Institute de UCLA, invitado por Magoun, iniciando así un período de entrenamiento post-doctoral en neurofisiología y neurofarmacología que se prolongará por tres años, y que incluirá también una estancia de un año en el CNRS de París y otro año en la Universidad de Friburgo (Alemania). Una serie de experimentos realizados en Francia lo llevaron a concluir que la neurotransmisión sináptica no podía ser el único mecanismo de neurotransmisión. Propuso entonces la difusión extra-sináptica como mecanismo complementario de neurotransmisión, un concepto revolucionario cuya confirmación o refutación hubo de ser postergada hasta la era de la Biología Molecular.
Un premio otorgado por el National Institutes of Health para el desarrollo de la carrera en investigación le dio a Bach-y-Rita durante diez años (1963-1963) una gran libertad para desarrollar sus ideas de investigación. Después de sus post-docs regresó a San Francisco, donde consiguió un puesto en el Instituto Smith-Kettlewell de Ciencias Visuales. Allí estaría hasta el año 1979, fungiendo además de como investigador, como director interino del centro, y también como director asociado en diversos períodos, así como de director del Centro de Ingeniería de Rehabilitación de San Francisco (de 1974 a 1977), tareas que compaginaba con su cátedra en el Departamento de Ciencias Visuales de la Universidad del Pacífico. Por entonces, su laboratorio se convirtió en uno de los más destacados del mundo en la novedosa área de la fisiología ocular o el control de los movimientos del ojo. Otra idea muy novedosa en la que trabajaba durante esta época era la plasticidad cerebral.
Como resultado de unos experimentos realizados en sus años de post-doctorado, Bach-y Rita había comenzado a pensar que las áreas sensoriales del cerebro eran capaces de procesar señales procedentes de más de un sentido, mostrando así que el cerebro era plástico. Junto a Carter Collins, Bach-y-Rita desarrolló un modelo para mostrar que, con el entrenamiento adecuado, el cerebro es capaz de interpretar la información táctil como información visual. Resultado de este trabajo fue el Tactile Vision Sensory Substitution (TVSS), una máquina de visión táctil con la cual pudieron probar que el cerebro se adaptaba a esta clase de nuevas señales. El TVSS permitía que personas ciegas tuviesen experiencias “visuales” a través de la piel de la espalda, cuando enfocaban hacia algún objeto la cámara que llevaban colocada en su cabeza; estas personas comenzaron a experimentar el espacio en tres dimensiones, y eran capaces de agarrar una pelota que fuese lanzada hacia ellos. El artículo donde narraban sus descubrimientos fue rechazado por diversas revistas científicas, hasta que la prestigiosa Nature lo publicó en 1969.
Durante un sabático pasado en la Universidad de Pisa, trabajando con el Dr. Ottavio Pompeiano, Bach-y-Rita escribió la monografía “Brain Sensory Substitution Mechanisms,” (1972), un libro galardonado con el prestigioso Premio Francheschetti-Liebricht de la Sociedad Alemana de Oftalmología 1 . En este punto de su carrera, Bach-y-Rita estaba fascinado por las implicaciones teóricas y clínicas de la Plasticidad Cerebral. Por una parte, su trabajo en Sustitución Sensorial había demostrado la existencia de la misma. Por otra, había sufrido el impacto de una experiencia personal que cambiaría el curso de su carrera. En 1965, su padre, el Dr. Pedro Bach-y-Rita, un profesor español de Lenguas Románicas, había sufrido un ataque que dejó paralizada la mitad de su cuerpo. Gracias a un programa diseñado por su hermano George, a la sazón estudiante de Medicina, el padre pudo recuperarse en un año, y continuar trabajando hasta 1972, cuando falleció. En opinión de Paul, fue una bendición el que su hermano George no conociese los métodos y las teorías de neuro-rehabilitación del momento, pues estaban basadas en el dogma de que el cerebro no podía reorganizarse después del daño. Después de la muerte del padre, una autopsia reveló que el programa de George había hecho justamente eso, reorganizar el cerebro de aquél, pues el derrame había destruído las áreas corticales de control del movimiento. Estos hechos movieron a Paul Bach-y-Rita a abandonar la Neurología, que todavía no estaba preparada para conceptos teóricos relacionados con la recuperación de funciones y debido a ello se limitaba al mero diagnóstico, por la Medicina de Rehabilitación.
En un movimiento que desconcertó a sus colegas, así como a neurocientíficos de todo el mundo, Bach-y-Rita comenzó una segunda residencia en Medicina de Rehabilitación; durante un tiempo fue, como a menudo era presentado, “el residente más viejo del mundo”, o “el único residente con una cátedra de tiempo completo”. Por más sorprendido que estuviese, el Dr. Jampolsky (fundador del Instituto Smith-Kettlewell), apoyó a bach-y-Rita en este nuevo reto, permitiéndole que un día por semana llevara a cabo sus tareas habituales como senior en el Instituto, y el resto de la semana viviese como residente.
Al terminar la residencia, sus intereses se habían expandido más allá de las Ciencias Visuales, de modo que dejó atrás los laboratorios y las becas millonarias, y se adentró en un territorio desconocido. Su primer papel clínico fue como Jefe del Servicio de Medicina de Rehabilitación en el Centro Médico de la Administración de Veteranos en Martinez, California, desempeñándose también como profesor y vicepresidente del Departamento de Medicina Física y Rehabilitación en la Universidad de Davis y como profesor de Fisiología Humana en la misma universidad. Bach-y-Rita se convirtió en una autoridad en el campo de la Neuro-Rehabilitación, publicando numerosos artículos en revistas, participando en Congresos y organizando grupos de investigación.
En 1983, después de cuatro años en el Hospital de Veteranos y la Universidad de Davis, se trasladó a la Universidad de Wisconsin, como presidente del Departamento de Rehabilitación y Medicina Física. En Wisconsin, Bach-y-Rita previó la integración de sus conocimientos sobre la plasticidad cerebral y sobre neuro-rehabilitación con la práctica clínica. Comprendió que se podían recuperar funciones perdidas años atrás. También se dio cuenta del significado de las mesetas en el proceso de recuperación, que tenían que ver en muchas ocasiones con la motivación de los pacientes. Buscando programas capaces de lograr tal motivación, desarrolló videojuegos para entrenar de manera divertida a pacientes con apoplejía. Con sus colaboradores, desarrolló también métodos para tratar la parálisis facial, a través del entrenamiento de los nervios de la lengua.
En 1989, pasa su sabático en el Instituto Karolinska de Estocolmo, donde redescubre el trabajo experimental que había llevado a cabo en los años ’60, pero ahora a la luz de la Biología Molecular. Aquel mecanismo de neurotransmisión por difusión que había sugerido después de sus experimentos en París se había convertido en un nuevo campo de investigación denominado VOLUME TRANSMISSION; Bach-y-Rita prefirió renombrar a tal mecanismo como NEUROTRANSMISION POR DIFUSION NO-SINAPTICA (NDN).
Teniendo en cuenta que, pese a toda la nueva evidencia, el modelo dominante en neurociencias seguía siendo el de conectividad sináptica, Bach-y-Rita escribe extensamente sobre las limitaciones conceptuales del mismo, así como sobre la importancia del desarrollo de nuevas teorías, congruentes con la neurobiología moderna, capaces de explicar mecanismos como el aprendizaje, el sueño, la recuperación de las funciones, etc. Teorías que, además, influirían en el desarrollo de campos como la Inteligencia Artificial.
Una invitación del CNRS y la Universidad de Paris V lo lleva en 1995 a Francia, país en el cual su trabajo sobre sustitución sensorial era bien conocido y donde se desarrollaban aplicaciones del mismo en áreas como la filosofía de la percepción y el tratamiento de niños ciegos. Debido a los avances en la tecnología digital, era posible pensar en el desarrollo de aparatos más prácticos y económicamente más accesibles; de este modo, aspectos de los proyectos de Bach-y-Rita que antes se consideraban casi de ciencia-ficción, ahora eran parte del Zeitgeist. De regreso a la Universidad de Wisconsin, obtuvo un JOINT APPOINTMENT como profesor del Departamento de Ingeniería Biomédica; Kurt Kaczmarek, un estudiante de doctorado de ese departamento y posterior colaborador de Bach-y-Rita, le ayudó a perfeccionar la tecnología de una de sus ideas más revolucionarias, la sustitución sensorial a través de la lengua, patentando ambos su invento en 1999. Posteriormente, Bach-y-Rita funda junto a otro de sus colaboradores, Mitch Tyler, la empresa Wicab, Inc., encargada de comercializar el dispositivo inventado, cuyo nombre es ahora Brain Port, y del cual se considera que puede tener más de 188 aplicaciones potenciales, entre médicas, industriales, de entretenimiento, etc.
En el 2004, Bach-y-Rita estaba en un punto en que todos sus intereses comenzaban a confluir de manera sinérgica. La comercialización del Brain Port estaba ya en una fase muy avanzada, y la compañía podía quedar ahora en manos de los hombres de negocios, de modo que Bach-y-Rita se concentrase en seguir haciendo crecer la teoría de la plasticidad cerebral y la neurotransmisión no-sináptica. Al mismo tiempo, seguía desarrollando programas clínicos para mostrar que la rehabilitación era posible aun años después de la pérdida de la función. Para ello, trataba de usar los conceptos más modernos de las neurociencias y al mismo tiempo, buscaba que fuesen programas divertidos, hechos en un ambiente de recreación. Uno de estos programas fue llevado a cabo en Pensacola, Florida, con personas que habían sufrido infartos años atrás. El programa tuvo gran éxito, aunque Bach-y-Rita no pudo estar presente, debido al diagnóstico de un cáncer de pulmón en estado terminal. Ante un pronóstico que le daba apenas unos pocos meses de vida, Bach-y Rita reaccióno diciendo que todavía tenía muchas cosas que hacer. Así, se mantuvo ocupado aceptando charlas e invitaciones a simposios, escribiendo artículos y dirigiendo su compañía, mientras recibía agresivos tratamientos de radio y quimioterapia. Vivió dos años y ocho meses más, sin que sus fuerzas ni su dignidad flaquearan en esa dura batalla por la vida, que acabó en paz, mientras dormía, la noche del 20 de noviembre del 2006. Pocas semanas antes de su muerte, un entrevistador le había preguntado cómo se consideraba a sí mismo como científico. Su respuesta fue: “planté algunas semillas, y tengo la esperanza de que otros las hagan crecer”.